
Septiembre 17, 2025 / Perspectivas
El desperdicio en origen no es un dato: es un insulto colectivo
Antonio Barrera. Fundador y CEO de Singular Foods.
Nos hemos acostumbrado a repetir cifras como si fueran mantras.
Un tercio de la comida se pierde.
Más de la mitad de lo que se cultiva en ciertos sectores jamás llega a una mesa.
Bla, bla, bla …
Toneladas de frases que cabrían en titulares, informes y foros que aplauden la denuncia.
Pero detrás de esas cifras no hay alimentos: hay jornaleros que trabajan a destajo para que su cosecha nunca vea la luz del mercado. Hay productores que deciden dejar fruta en el suelo porque recogerla cuesta más que venderla. Hay agua, suelos, semillas y horas de vida desperdiciadas como si fueran sobrantes de un sistema que ya no sabe cuidar ni lo esencial.
Ese food loss en origen no es un dato: es una herida. Un fracaso colectivo. Y lo más trágico no es que lo sepamos, sino que lo aceptemos como paisaje.
Porque el coro de voces que denuncia parece satisfecho con denunciar.
Con sonar informados.
Con quedarse en la superficie del horror sin rascar las consecuencias ni ofrecer caminos.
El verdadero escándalo es que seguimos hablando “del problema” como si no pudiéramos tocarlo, rediseñarlo, recomponerlo.
Y en paralelo, qué divertido resulta el hallazgo de la década: que en esta cadena de mierda llamada sistema alimentario existen unas criaturas insólitas llamadas agricultores y productores. Que parece que los hemos descubierto ahora, como si fueran una tribu perdida en el Amazonas.
Como si de pronto alguien nos dijera: «Mira, resulta que hay gente que siembra, riega, cosecha y sostiene todo lo que nos metemos en la boca.» ¡Sorpresa!
Y entonces organizamos congresos y lanzamos estudios con titulares del tipo “El papel de los productores en la transición alimentaria”, como si hubiéramos inventado la pólvora.
Mientras tanto, esos mismos agricultores y productores siguen cargando con el mayor coste de un sistema que los trata como pieza descartable.
Hoy, lo urgente no es repetir el dato como loros.
Lo urgente es reforzar los puentes entre campo y mercado, diseñar canales alternativos, prototipar logísticas más humanas, repensar estándares de calidad que confunden estética con nutrición.
Lo urgente es que cada actor del sistema asuma que perder en origen es perder futuro.
Si no nos duele, no cambiaremos nada.
Y debería dolernos a todos.
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